jueves, 24 de noviembre de 2011

Capítulo 24

El paseo fue largo. Cruzaron todo el parque hasta salir por la puerta de atrás, sin decir una palabra. Rodearon toda la manzana hasta llegar a un barrio distinto. Se habían quedado bastante lejos de donde Elena vivía.
Ella se detuvo. No conocía esa zona y, el sol estaba casi por esconderse. Él se detuvo con ella, y quedaron pensativos, de brazos cruzados.
     -¿Qué hacemos?
     -No sé. No quiero ir mucho más lejos de aquí, si no la vuelta se me hará eterna.
     -Ya estamos lejos. Podemos ir a mi casa.
     -¡Anda ya! Sí vives más lejos todavía.
     -No. Vivo en este barrio. Justo aquí, tres calles más yendo por ese callejón de ahí.- señaló con el dedo.
     -¿Hay alguien?
     -Seguramente mis padres, pero llamaré y diré que si está mi hermano...para hacerme la merienda y tal...
     -¿Tienes un hermano? ¿Es más mayor?
     -Sí, tiene dos años más que yo, aunque no mentalmente.-Elena soltó una carcajada. Samu sacó el móvil del bolsillo y buscó en la agenda el número de su padre. Pulsó la tecla verde.
     -Papá, ¿Estáis en casa?...¡Ah, que os vais al cine ahora! ¿Y Víctor está en casa? Ya ha salido...Nada, por saberlo, porque quería ir a merendar y si él estaba en casa, podría hacerme la merienda mientras llego. Pasadlo bien. Hasta luego, papá.
     -¿Se van? Eso es bueno, ¿no?
     -Claro, venga, vamos.

Caminaron no mucho mas de cinco minutos. Pero Samu avisó de que aún no habían salido, y para perder el tiempo, aprovechó para enseñarle algo, que seguramente haría que Elena se desvaneciera en un mar de dulzura.
     -Ven, vas a ver algo que te va a encantar.
La tomó de la mano y sugirió que cerrara los ojos, a lo que ella accedió sin ningún problema. Cuidó de que no se tropezara con los distintos escalones de los soportales advirtiéndole en cada uno de ellos. Cuando llegaron al lugar, el le encubrió los ojos, preguntándole si estaba preparada, ella asintió con una pequeña sonrisa en la boca. De pronto, él retiró la mano diciéndole que ya podía abrir los ojos: al menos, más de siete gatos que probablemente no llegaban ni a las dos semanas de vida, de todas las combinaciones de colores. Negro y blanco; blanco y naranja, y de entre estos colores, más combinaciones aún. Con manchas, a rayas, de un único color...
     -¡Oh! ¡Qué lindos, qué pequeños son!

Caminaban con pequeños saltitos y jugueteaban entre ellos. Otros, comían de unas bandejas, que según Samu, un vecino dejaba para que se alimentaran.
A un lado, se encontraba un gato de un tamaño más grande. Seguramente era la madre. No dejaba de observar a Elena y Samu, expectante a cualquier peligro del que pudiera proteger a sus crías.
     -¿Has visto qué miniaturas? ¿Te ha gustado la sorpresa?
Impulsivamente, ella saltó a sus brazos, colgándose de su cuello.
     -¡Me ha encantado! - rápidamente se incorporó.- Bueno, ¿vamos a tu casa o qué?
     -¡Claro, claro!
Se sacó las llaves del bolsillo e introdujo la del portal en la cerradura mientras que sonó el timbre de la misma. Alguien desde dentro lo había pulsado para salir. Eran unos vecinos del piso de arriba.
Entraron dentro. Parecía un edificio de bastante categoría. Por lo que ella sabía, ese barrio era de familias adineradas.

Entraron en el ascensor y llegaron a un sexto.
Al entrar en la casa, vieron que no había nadie. Las luces estaban apagadas. En un momento, se encendió una luz de dentro. Elena se quedó en el recibidor y Samu le hizo un gesto de silencio. Caminó a lo largo del pasillo y en menos de cinco segundos, volvió corriendo.
     -¡Joder, joder! ¡Mi hermano! ¡No hables y vete al comedor! ¡No hables!- dijo con un susurro, nervioso y acelerado.

Elena entró rápidamente. Por unos segundos se quedó de pie, sin saber qué hacer. Miró a su alrededor. Podía ver fotos colgadas en la pared pero no distinguía quién eran los que salían en ellas. Al fondo, al lado del ventanal del balcón, había un sofá. Se sentó. Empezó a escuchar una voz masculina diferente a la de Samu.
     -¿Qué haces aquí?
     -He venido para hacerme la merienda. ¿No sales?
     -Sí, ahora me iré con Mario. Había quedado con la novia pero le ha dejado tirado.
     -¡Qué tía! Le está haciendo perder el tiempo.
     -¡Y que lo digas! Me tiene hasta los huevos y eso que no la conozco casi. Yo me voy a comer una lata de atún. ¿Quieres algo?
     -¿Una lata de atún? ¿Sin pan?
     -¡Pues claro! No me da tiempo de más. ¿Quieres algo o no?
     -Ya me lo hago yo. Aunque sácame una lata a mí. Yo al menos me haré un bocadillo. Eres un tieso.
     -Tieso no, es que no me da tiempo.
Samu entró en el comedor. Susurrando de nuevo.
     -Joder, me cago en la puta. Esto no me lo esperaba. Tú calladita, ¡eh!
     -Sí, sí.

Elena estaba bastante asustada. La voz del hermano de Samu le sonaba bastante. Tenía la sensación de haberla oído antes, incluso de conocerle a él. En ese momento cayó en la cuenta de que su madre no la había llamado en todo el día, por eso, poco le faltaría para hacerlo. Inmediatamente silenció el teléfono y volvió a guardarlo en el bolsillo. Como cosa del destino, empezó a vibrarle dos minutos después. No sabía qué hacer. No podía cogerlo. Ellos estaban en la cocina, seguramente la oirían. Pulsó la tecla roja. Colgó.
En un instante volvió a llamarla. Esta vez, contestó, y sin otro remedio, con voz baja.
     -Mamá, te vas a reír. Ahora no puedo hablar. Estoy en casa de Samu.
     -¿Cómo? ¿Qué Samu?
     -El del fin de año mamá. En serio, luego te lo cuento, ahora no puedo hablar. Está su hermano en casa y no puede saber que estoy aquí. Podría meterle en un lío.
     -¿Que no puedes hablar? A mí no me cuentes tonterías...Cuéntaselas a tu padre. -parecía bastante enojada. - Toma, mira lo que dice tu hija...
     -¿Qué pasa?
     -Nada papá, que no puedo hablar. Estoy en casa de Samu y no puedo hablar porque su hermano no sabe que estoy aquí. Luego te lo cuento, por favor.
     -¿Qué haces en casa de Samu? ¿Yo no te he dicho que no vayas a casa de nadie sin avisarme?
     -Se me ha olvidado...
     -Ven a casa inmediatamente. No te voy a castigar. Pero hablaremos de esto.
     -Vale, no te enfades...- colgó.

Elena sentía que el corazón iba a estallarle, estaba al límite. Posiblemente la habrían escuchado, aunque la puerta estaba entornada. Samu entró celeramente.
     -Joder, tía, que no se va.
     -¿Joder? ¡Mi madre me ha llamado! Mi padre me ha dicho que me vaya a casa ya.
     -Mierda...Bueno, espera unos segundos por favor...
     -¿Me salgo al balcón?
     -¡Ni se te ocurra!
     -¿Por qué? - Samu le señaló. Su hermano estaba fuera, cogiendo unos zapatos. De no ser por la cortina de visillo translúcida, la hubiera visto. El balcón era accesible también desde la habitación.- Vale. Comprendo.
     -Cuando te diga "ya", sales. ¿Entendido?
     -Sí.
Al momento, se oyó a Víctor preguntar por sus llaves.
     -Están donde siempre, tío.
     -No, ahí no están. ¿Las has visto por el comedor?- Elena abrió los ojos. Su corazón bombeaba fortísimo. Samu salió.
     -¡No! En el comedor no están. Míralas. Encima del microondas. Eres un desastre, ¡eh!
     -Gracias. Ya me había asustado...
     -Y yo también...Me ha parecido oír tu teléfono. A lo mejor es Mario.
     -¿Sí? Voy a ver, porque ya se está retrasando bastante.
Le hizo un par de señales a Elena. Se dirigió hacia la puerta abriéndola sigilosamente.
Mientras, él se despidió del hermano.


Abajo.
     -¿Quieres matarme? ¡Si es así dímelo pero yo no puedo vivir con tanta presión!
     -No quiero matarte, tonta. No sabía que estaba mi hermano. Mi padre me había dicho que no estaba...Además, ha sido divertido.
     -¿Divertido? Esto no ha terminado aquí. Ahora me vas a acompañar a mi casa.
     -Bueno, vale. ¡Qué esfuerzo!
     -Sí, esfuerzo...¡Corriendo!
     -¿Cómo? ¿Por qué?
     -Porque tengo entendido que mi casa está en otro barrio. Tenemos bordear el parque, por lo tanto tardaremos más. No pienso cruzarlo a oscuras y todo porque mi padre me ha dicho que tengo que ir "inmediatamente" a casa...Así que si quieres verme el pelo en lo que te queda de vida, más te vale correr...Por cierto, no he podido evitar escuchar a tu hermano. Su voz me suena.
     -Por su puesto que te suena. Es el novio de Adri.
     -¿Qué? ¡entonces le conozco! ¡qué fuerte!, ¿me he enterado ahora?
     -Pues sí. La verdad es que yo no hablo mucho de él, y él apenas habla de mí.
     -¿Adri no me ha dicho nada? Sigo sin entenderlo.
     -A lo mejor le daba vergüenza. No sé.
     -Joder, no tengo tiempo ahora para estas tonterías. ¡Corre!